Sunday, June 15, 2025
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En conmemoración del natalicio del General Pedro Santana (14 de junio de 1801)

Por Anthony Almonte.


El 14 de junio, conmemoramos el natalicio del General Pedro Santana, una de las figuras más complejas y debatidas de la historia dominicana. Nacido en Hincha en 1801, Santana dejó una huella imborrable en los albores de nuestra vida republicana, una huella marcada por la paradoja, la gloria y la controversia.

Decía Manuel Goico Castro que “Santana no necesita defensores, sino historiadores que lo estudien con ecuanimidad, que lo analicen con respeto, que lo comprendan, situándolo dentro del marco de la realidad histórica de su época”. Estas palabras sintetizan el desafío que plantea su figura: no juzgarlo desde los absolutos del presente, sino comprenderlo en el crisol de su tiempo, cuando la República Dominicana nacía entre amenazas, traiciones y sueños inconclusos.
Joaquín Balaguer, en un histórico discurso de 1978, proclamó con firmeza que:

“Santana cometió errores, pero también tuvo grandes aciertos. Si fue un vendedor de la patria, también fue un defensor de su independencia… Que sus huesos sean restituidos, pues, a su antigua dignidad, después de haber permanecido entregados a la humedad de la tierra”.

Estas palabras, pronunciadas con solemnidad en el acto de exaltación de sus restos al Panteón Nacional, reconocen una verdad esencial: el juicio histórico no es un acto de revancha, sino de comprensión. Santana fue, al mismo tiempo, libertador y anexionista, hombre de espada y de silencios, verdugo de patriotas y salvador de la República frente a la amenaza haitiana. Tal como admitía Balaguer:

“Tengo que confesarte, oh Pedro Santana, que yo, al igual que muchos otros dominicanos, no puedo sustraerme a la atracción de tu grandeza histórica”.
El propio Gregorio Luperón, quien combatió su legado político con pasión, dejó escrito en sus Notas Autobiográficas que:

“La historia dirá del General Santana lo que nuestra pobre pluma no es capaz de explicar. Mientras tanto, su vida quedará encerrada en un enigma cuya solución no es fácil pronunciar por temor a la injusticia o a la parcialidad”.

El historiador Marc Bloch nos advertía que el verdadero historiador no debe actuar como juez del más allá, sino como buscador de sentido. Santana no necesita alabanzas ciegas ni condenas definitivas. Necesita estudios serenos, comprensión crítica y memorias justas.

En esta fecha conmemorativa, más allá de los odios heredados y las pasiones políticas, evocamos la figura de Pedro Santana como un actor esencial en el complejo devenir de la historia dominicana. Con sus aciertos y desaciertos, su presencia es indispensable para comprender el surgimiento de la República que hoy construimos.

No lo recordamos desde el mito ni desde la condena, sino desde la responsabilidad de pensar el pasado con madurez y profundidad. Santana fue más que sus decisiones polémicas o sus gestas militares: encarnó el drama de una nación que aún buscaba su rumbo entre amenazas, ideales y contradicciones.

Este momento no es para exaltarlo sin crítica, sino para reconocerlo como una pieza fundamental aunque conflictiva de nuestra memoria colectiva. Comprender su legado es también mirarnos a nosotros mismos: como pueblo, como historia viva, como nación que sigue haciéndose en el diálogo con su pasado.

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